El Verdadero Musulmán Demuestra Amor Y Afecto Hacia Sus Hijos
Uno de sus deberes paternales primarios es demostrar su amor, misericordia y afecto hacia sus hijos, para que ellos crezcan seguros, y con niveles altos de autoestima.
La compasión es un rasgo islámico básico, y era una de las características del bondadoso Profeta (B y P), como nos cuenta Anas (R):
‘Nunca vi a alguien más compasivo hacia los niños que el Mensajero de Allah (B y P). Su hijo Ibrâhîm estaba al cuidado de una nodriza en las afuera de Al Madînah. Él iba a visitarlo allí y nosotros lo acompañábamos, y cuando entraba en la casa alzaba a su hijo y lo besaba, luego regresábamos’.[1]
La misericordia del Profeta y el amor hacia los hijos de los musulmanes incluía saludarlos. Anas (R) nos relató que siempre que el Profeta (B y P) pasaba cerca de un grupo de niños él les sonreía tiernamente y los saludaba.[2]
Un excelente ejemplo de su sabiduría educativa es el siguiente consejo:
"No es de nosotros quién no muestra compasión a nuestros pequeños ni reconoce los derechos de nuestros mayores".[3]
Abu Hurairah (R) dijo:
Cuando el Profeta (B y P) besó a Al Ĥasan Ibn ‘Ali, Al Aqra‘ Ibn Ĥâbis dijo: Yo tengo diez hijos, y nunca los he besado. Entonces el Profeta (B y P) exclamó: "A aquel que no muestra misericordia no le mostrarán misericordia".[4]
El Profeta (B y P), el gran educador, siempre buscaba que los corazones de las personas estuviesen llenos de misericordia y compasión, para despertar en ellos el amor y el afecto que son las características más básicas del ser humano.
Un día un beduino se acercó y le preguntó al Profeta (B y P): ¿Vosotros besáis a vuestros hijos? Nosotros no lo hacemos. El Profeta (B y P) dijo: "¿Qué puedo hacer por ti cuando Allah ya ha quitado la misericordia de tu corazón?"[5]
‘Â'ishah (R) relató lo siguiente:
‘Siempre que Fâtimah ingresaba al aposento el Profeta (B y P) se ponía de pie, le daba la bienvenida, la besaba y le ofrecía su asiento; y siempre que él ingresaba, ella se ponía de pie, tomaba su mano, le daba la bienvenida, lo besaba y le ofrecía su asiento. Cuando ella lo visitaba durante la enfermedad de su muerte, él le daba la bienvenida y la besaba’.[6]
A la luz de esta guía, el verdadero musulmán no puede ser severo con sus hijos ni los debe tratar de una manera áspera o mala, aunque ésta su naturaleza, porque esta religión, con su esclarecimiento y guía, ablanda los corazones y despierta sentimientos de amor y afecto. Los hijos son una parte de nosotros, como dijo el poeta:
‘Nuestros hijos son nuestros corazones, y caminan entre nosotros sobre la faz de la tierra. Si apenas una suave brisa los toca, no podemos dormir debido a nuestra preocupación por ellos’.[7]
Los padres deben llenarse de amor y afecto por sus hijos, cuidarlos y esforzarse en hacer lo mejor por ellos.