La Verdadera Musulmana No Se Lamenta Exageradamente Por Los Difuntos
La musulmana que conoce las enseñanzas de su religión, tiene discernimiento, dominio de sí misma y es equilibrada. Cuando es golpeada por la muerte de uno de sus seres queridos, no deja que la desgracia le haga perder sus sentimientos como en el caso de las mujeres superficiales e ignorantes, quienes se desmoronan debido a la congoja. Ella soporta este trance con paciencia, esperando la recompensa de Allâh y siguiendo la guía del Islâm, en cuanto a su comportamiento en este difícil momento.
Ella nunca se lamentará a gritos enfrente del difunto porque esto no pertenece a los modales islámicos, más bien es una práctica de los kuffâr y una de las costumbres de la yâhiliiah. El Profeta fue muy explícito en su énfatica prohibición de lamentarse a gritos, hasta el punto de que fue considerado como kufr (incredulidad):
"Existen dos cualidades entre las personas equivalentes a la incredulidad (kufr): sembrar dudas sobre el linaje de una persona, y lamentarse exageradamente por un difunto".[1]
El Profeta , efectivamente, excluyó de la comunidad musulmana a aquellos hombres y mujeres que exageran el lamento y ensalzan al difunto, cuando dijo:
"No es de los nuestros quien golpea sus mejillas o rasga su vestimenta o utiliza las palabras de la época de la yâhiliiah."[2]
La musulmana que comprende las enseñanzas del Islâm conoce la realidad de la muerte, que todo ser viviente sobre esta tierra es mortal y que esta vida es meramente un pasadizo hacia la vida futura donde estará eternamente en presencia de Allâh . En consecuencia, no hay necesidad de esta incontrolable aflicción que hace que la persona se desequilibre y pierda la razón al golpear su propio rostro, rasgar sus vestimentas, y gritar por la pena y la pérdida sufrida.
Los Sahâbah comprendieron este mandato del Islâm a pesar de haber dejado atrás el período de la yâhiliiah muy recientemente. Así, ellos se prohibían a sí mismos elogiar al difunto, levantar sus voces, gritar o rasgar sus vestimentas, actos habituales efectuados por las mujeres en el tiempo de la yâhiliiah. Ellos sabían que el Islâm no aceptaba los actos de la yâhiliiah y no permitían que la gente regresara de vez en cuando a estas costumbres, por ello, condenaron dichos actos como lo hacía el Profeta . Abû Burdah ibn Abî Mûsa dijo:
"Abû Mûsa sufría algunos dolores y perdió el conocimiento. Su cabeza estaba en el regazo de una mujer de su familia. Ella le gritó, pero él no pudo responder. Cuando volvió en sí dijo: 'Yo evito todo lo que el Mensajero de Allâh evitó, pues él prohibió a toda mujer que levantara su voz, que se cortara el cabello, y rasgara sus vestimentas en tiempos de desastre".[3]
Aunque el Islâm prohibió los actos inicuos de la yâhiliiah tales como golpearse las mejillas, rasgarse las vestimentas, lamentarse exageradamente, o ensalzar al difunto, reconoce la congoja, que agobia al corazón y las lágrimas que suavemente fluyen debido a la partida de un ser querido. Todo esto forma parte de la legítima emoción humana y de la benevolente compasión que Allâh infundó en los corazones de la gente como fue manifestado por el Profeta
en sus palabras y hechos.
Usâmah ibn Zayd dijo:
"Estabamos junto al Profeta cuando una de sus hijas lo mandó a llamar, informándole de que su niño o su hijo estaba muriendo. El Profeta
dijo: 'Regresa con ella e infórmale que ciertamente a Allâh
pertenece todo lo que da y todo lo que se lleva, y que Él ha determinado un tiempo para todas las cosas. Dile que tenga paciencia, y busque la recompensa de Allâh
’. Luego, el mensajero regresó y dijo: 'Ella juró que irías con ella'. El Profeta
se levantó, y se levantaron junto a él Sa'd ibn 'Ubadah y Mu'âd ibn Yabal, y yo fui con ellos. El niño fue levantado hacia él, y su alma estaba emitiendo un sonido como el del agua vertida en un odre vacío (es decir, que era un estertor agónico) Entonces, los ojos del Profeta se llenaron de lágrimas , y Sa'd le dijo, '¿Qué es esto? ¡Oh Mensajero de Allâh!' Él respondió, 'Esta es la compasión que Allâh
ha colocado en los corazones de sus siervos, y Allâh
mostrará compasión a aquellos de sus siervos, que tengan compasión’". [4]
'Abdullâh ibn 'Umar relató:
Sa'd ibn 'Ubadah se quejó de la enfermedad que sufría. Entonces el Profeta fue a visitarlo acompañado de 'Abdul Rahmân ibn 'Awf, Sa'd ibn Abî Waqqâs, y 'Abdullâh ibn Mas'ûd. Cuando entró, lo encontró desvanecido, y se preguntó: '¿Ha muerto?'. Ellos dijeron: '¡No, Mensajero de Allâh.' Entonces, el Mensajero de Allâh
se puso a llorar, y cuando la gente lo vio llorar, también comenzaron a llorar. Y dijo: '¿Acaso no estáis escuchando? Ciertamente Allâh
no castigará a un hombre por las lágrimas derramadas de sus ojos, ni por la tristeza que sienta en su corazón, sino que castigará o tendrá misericordia por esto'. Y señaló su lengua." [5]
Anas relató:
"El Mensajero de Allâh entró donde estaba su hijo Ibrâhîm en el momento en que su alma estaba abandonándolo (es decir que agonizaba). Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del Profeta, entonces 'Abdul Rahmân ibn Awf le dijo: '¿Tú también, Mensajero de Allâh?'. Él dijo, '¡Oh Ibn 'Awf, esto es compasión!'. Luego lloró un poco más y dijo: 'Los ojos derraman lágrimas, y el corazón se siente entristecido, pero solamente decimos lo que complacerá a nuestro Señor. ¡Ciertamente, que estamos profundamente doloridos por tu partida, Oh Ibrâhîm!’".[6]
El Profeta aprobó el acto de expresar el lamento, dejando caer sus lágrimas porque las personas no tienen la facultad de contener las lágrimas en momentos de aflicción, pero prohibió cualquier acto que pudiera inflamar y exacerbar el lamento. El acto de derramar lágrimas con moderación, puede ayudar a mitigar el dolor pero los actos de lamentarse exageradamente, ensalzar, y gritar así como otros actos de la yâhiliiah, solamente incrementan la angustia, y vuelven a la persona más propensa a desplomarse. Estos eran los actos practicados por los árabes en la época de yâhiliiah. Así, una persona podía pedir a otras antes de su muerte que fueran y lloraran a gritos cuando falleciera, enumerando sus buenas cualidades y exagerando el impacto de esta congoja. Un ejemplo de este hecho, puede ser apreciado en la poesía de Tarafah ibn al 'Abd: "Cuando muera, menciona mis distintivas cualidades y arranca tus vestimentas por mí ¡Oh hija de Ma'bad!. No me consideres como aquel hombre cuyas aspiraciones no son las mías, que no pudo hacer, lo que yo sí pude, o desempeñar el papel que yo sí desempeñe".
Todo esto fue prohibido de modo muy enfático por el Islâm pues es un desperdicio de energía que contradice la aceptación de la voluntad y decreto de Allâh a la vez que abre el camino para que Shaitân extravíe a la gente y provoque la fitnah. El Profeta se refirió a esto en el Hadîz narrado por Umm Salamah, que Allâh esté complacido con ella, quien relató:
"Cuando falleció Abû Salamah, me dije: 'El es un extranjero en una tierra extraña. Ciertamente que lo lloraré con un llanto que dará que hablar'. De ese modo, me preparé para llorar por él cuando un mujer llegó procedente de los lugares altos de Madînah para ayudarme (en los llantos y gemidos) y que se había encontrado con el Mensajero de Allâh quien le había dicho: '¿Quiéres hacer entrar a Shaitân en una casa de la que Allâh
ya lo expulsó dos veces? [7] Entonces controlé mi llanto y no lloré más".[8]
La preocupación del Profeta por prohibir el gemido, especialmente entre las mujeres, alcanzó tal grado que cuando aceptó el juramento de fidelidad (bay'ah) de las mujeres, les pidió que prometieran abstenerse de gemir. Esto puede ser comprobado en el Hadîz narrado por Bujâri y Muslim de Umm 'Atiyah quien dijo:
"El Profeta nos aceptó el juramento de fidelidad con la condición de que no nos lamentemos exageradamente".[9]
Según un relato narrado por Muslim, también de Umm 'Atiyah, ella dijo:
"Cuando fue revelada la Aleya [¡Oh, Profeta! Cuando las creyentes se presenten ante ti para prestarte juramento de fidelidad, comprometiéndose a no atribuirle copartícipes a Allah… y a no desobedecerte…] (60: 12), ella dijo: En ésta estaban incluidos los lamentos exagerados".[10]
El Profeta advirtió a la mujer que se lamente por el difunto de ese modo y no se arrepienta antes de su propia muerte que será resucitada el Día de la Resurrección en el más espantoso estado:
"La mujer que axagera sus lamentos y no se arrepiente antes de morir, resucitará el Día de la Resurrección usando una vestimenta de costras y una camisa de alquitrán".[11]
El también advirtió que los ángeles de la misericordia se alejarían de ella, y que sería despojada de sus ad'iah, en tanto persistiera en exagerar sus lamentos y hacer de su pena algo peor. Esto puede ser apreciado en el Hadîz narrado por Ahmad: "Los ángeles no suplicarán por aquel que llore exageradamente y se lamente".[12]
Debido a esta clara y definitiva prohibición sobre los actos de gemir, gritar, halagar, rasgarse las vestimentas, y otros actos propios de la yâhiliiah , la musulmana no puede más que someterse a los mandatos de Allâh y de Su Mensajero y mantenerse alejada de todo lo que pudiera comprometer la pureza de su Fe en la voluntad y decreto de Allâh. Sin embargo, ella no sólo se detiene en estas cuestiones, sino que también invita a otras mujeres, que ignoran estas normas, a que se sometan a las leyes de Allâh y se mantengan alejadas del gemido una vez hayan comprendido las prescripciones de Allâh
y de Su Mensajero.